13 enero 2009

YACIMIENTO ROMANO DEL CERRO DE LA CEBADA. EL CAMPILLO (VI)

Ángel Fuentes Domínguez
Adriano Gómez Ruiz

CONCLUSIONES

Desgraciadamente es poco lo que podemos saber a ciencia cierta sobre el Cabezo de la Cebada, ya que contamos con materiales y no con excavación. El propio hecho de ser este estudio fruto de una recuperación de objetos y de la documentación de enterramientos y estructuras previamente destruidos o en trance de destrucción y no de una excavación como sería deseable nos limita seriamente en nuestras posibilidades de extraer valoraciones exactas. Aún así, podemos hacernos una idea aproximada de cual fue el decurso de este yacimiento.


En primer lugar, notemos que tiene una fase de hábitat documentada al menos desde comienzos del Siglo 1 d. C. (terracotas) y que en principio hay que vincular con las explotaciones, tan cercanas, de Riotinto (sillares de gossán procedentes de ella). Esta llamémosle “villa” se mantendría durante el Alto Imperio (T.S. Hispánica) y quizá hasta época tardo- romana. En este segundo momento su actividad minera es fácilmente deducible y quizá haya que ponerla en relación con la necesidad de extensión de las labores mineras fuera de la propia mina en busca de leña, sin duda escasa en los últimos siglos del Imperio a consecuencia de la depredación sistemática de los bosques circundantes en siglos anteriores.

A comienzos del Siglo V el lugar realiza la función de necrópolis; esto es, ya no se vive en él, aunque la población no están muy lejana a juzgar por las tumbas. Así pues vemos como en los inicios de esta quinta centuria se produce la dislocación funcional decisiva en el abandono del yacimiento. solo en la Edad Moderna se volvería a ocupar como tal lugar de habitación (moneda de Felipe III y recuerdo de la aldea de Piedesierra). El por qué del abandono del hábitat en época tardía igualmente se nos escapa. Si se admite la estrecha relación villa alto imperial- minería, habría que pensar en un abandono de la explotación metalífera en esta época, o mejor aún, ya que sí hay testimonios (la necrópolis) de ocupación, un traslado. Las causas podrían ser bien (y esto es simplemente una hipótesis especulativa) la búsqueda del combustible cada vez más escaso (43) o bien la decadencia de la propia minería en ese momento sean cuales fueran las causas (44). En cualquier caso no difiere demasiado esta evolución del hábitat minero de otros conocidos de la misma zona, como han demostrado Blanco y Luzón (45), donde proponen un decurso - cultural y cronológico similar al nuestro, con cénit de explotación en el Alto Imperio (S. II), crisis en el S. III, breve recuperación en el Siglo IV y decadencia desde el s. V. Somos conscientes del peligro de generalización abusiva que corremos aplicando realidades de yacimientos distintos al nuestro, pero el poder aquilatar mejor el proceso de la minería en el área onubense bien merece la pena, aún corriendo este riesgo evidente.

En cuanto al material, resaltamos dos grupos de objetos. Por un lado las terracotas, productos homogéneos y que sin duda alguna provienen de un mismo taller y de las que no podemos dar interpretación alguna. De otra parte, las cerámicas, que reflejan los influjos de la cerámica más cuidada del Bajo Imperio (Clara sobre todo), como es normativo en toda la cerámica común tardía pero que, de otra parte, ilustra perfecta mente el carácter de “producto regional” junto a sus congéneres del resto de Huelva.

La cronología de estas cerámicas, y por consiguiente de los enterramientos, es taxativa y nos viene dada por la moneda de Graciano de la sepultura nº 4, finales del IV (último cuarto) y afinando algo más con los vasos estudiados por Mariano del Amo, quizá haya que llevarla al inicio del Siglo V.
Otro aspecto que no quisiéramos soslayar es el del ritual de enterramiento, sí se prefiere, su posible cristiandad. Rompiendo con el viejo tópico cada vez menos considerado de suponer una Bética cristianizada en los Siglos IV y por su mayor nivel cultural, relaciones exteriores, implantación de cultos orientales, etc. que se vería en el propio Concilio de Elvira y su abrumadora mayoría de comunidades béticas presentes; se documenta arqueológicamente la pervivencia de los cultos paganos en la baja época también en el sur.

(43)BAUER MANDERSCHEID,ERICH "Los montes de España en la Historia" Madrid 1980.(44)FERNANDEZ UBIÑA J. "La crisis del S. III en la Betica" Granada 1981.(45) BLANCO FREIJEIRO, A. y LUZON NOGUE J.Mª "Mineros antiguos españoles" en Archivo Español de Arqueologia , nº 39 .Madrid 1966.

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